9 de enero de 2013

El Gato En La Edad Media.

La iglesia desde sus principios consideró al gato como una criatura demoníaca, debido a su relación con los antiguos cultos paganos. A pesar de esto, durante la Alta Edad Media se tenía mucha estima a este animal, por sus habilidades cazadoras, y así los campesinos e incluso los conventos y monasterios hacían uso de él para acabar con los roedores.
Pero un hecho crucial en la historia de la humanidad acabó de un plumazo con la buena estrella del felino.
En el siglo XIV se produjo un gran desastre en la sociedad europea que aniquiló buena parte de su población.
El azote de la Peste Negra tuvo como consecuencia la desaparición de una tercera parte de la población europea, especialmente el brote del año 1348. Junto a este cataclismo social aparecieron de nuevo los cultos paganos y esa gran lacra que fue la superstición.
Esta enfermedad social, que consigue transformar cualquier realidad en brujería, fue la causa inicial de la larga persecución de los gatos, especialmente los negros. Sin duda influyeron las características principales del gato, como carácter misterioso, su mirada intensa y penetrante y su gusto por la vida nocturna.
Así se explica que alguien que viera una mirada fosforescente en la oscuridad pudiera creer que estaba en presencia de una potencia diabólica, como por ejemplo una bruja que hubiera adoptado la forma de un animal.
El mundo pareció venirse abajo en aquella época, en la que las guerras, el cambio de clima, las epidemias y los graves problemas políticos diezmaron a la población, sumergiéndola en terribles hambrunas y provocando sus ruina.
Esta situación allanó el camino para las ideas supersticiosas, pues a alguien había que culpar de todas las desgracias que ocurrían, y el gato fue el sujeto ideal para ello, por su estrecha relación con las religiones paganas de la antigüedad.
Pero no fue el gato la única víctima de la superstición. Otros animales como los perros, sapos, búhos, ratones, muerciélagos o comadrejas también sufrieron consecuencias de estas ideas supersticiosas, y fueron perseguidos y condenados a ser ahorcados o quemados junto con las brujas que los habían inspirado (además de otras colectividades, como los judíos).

La Inquisición:
Esta alentó esta Caza de Brujas y de esta manera el papa Inocencio VIII y su bula de 1484, consiguieron establecer como habituales los sacrificios de gatos durante las fiestas populares.
Acusado de ser ayudante del Diablo, el gato fue designado como el responsable de las calamidades que se cernían sobre la humanidad, y se convirtió en el chivo expiatorio de la cristiandad.
En esta época, el pueblo se divertía con las hogueras para gatos, y cada región tenía sus propios rituales.
Eran muy normales las quemas de gatos vivos durante la noche de San Juan. En algunos sitios se encendía una hoguera circular, dejando a los gatos dentro del círculo, y justo en el centro tenían un árbol cmo único refugio.





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